martes, 21 de agosto de 2012

¿Y tú te lo crees?




Pongamos que es lunes, o martes, total... sales de casa, y te encuentras a todo el mundo pintado de normalidad, caminando por las calles de tu ciudad con cara de siete de la mañana, algunos con mochilas, otros con maletines, otras con carros de la compra... que más da, todos fingen que no se venden por la mitad de lo que lo están haciendo. Qué extraña es la forma que tenemos de aceptarnos ¿no? Comprate una vida, y piérdela en tres segundos en una ruleta rusa, venga.
Sigues tu camino, las ideas que anoche se comieron las pirañas del sueño, hoy de nuevo brotan de tus bolsillos, mientras te enciendes un cigarro y te diriges al bus catorce, el que te deja a dos manzanas de trabajo. Piensas que has tocado fondo, que ya te toca cruzar que está en verde, que vaya tetas las de esa, que que puta mierda de sociedad, que sólo eres un niño que ha crecido, que un día mandaras a la mierda a tu jefe y te quitaras las mascaras que llevas de buen hombre, de excelente amigo, de brillante empleado y cariñoso esposo, que cuando lo hagas todos te apuntaran con el dedo y te juzgaran, te criticaran y harán todo eso que suele hacer la gente para arrinconar y tapar su propia mierda. Sabes que en el fondo dejarse llevar y tener la llaves de tu vida es más difícil que aceptar lo que te han impuesto, por eso sigues ahí, en el mundo real, en el que te han obligado a vivir, donde la gente comprende lo que quiere, porque es más cómodo así y todo los demás son códigos binarios y fechas de caducidad.
Llegas a la oficina, bromeas con las recepcionistas, cómo cada mañana, cómo si fuera un ritual, ellas se ríen con esa risa sonora y tonta de anuncio de televisión, esa risa que te recuerda que el mundo esta tan vacío cómo esas dos cabecitas perfumadas que se mueven al mismo compás, pero subes al ascensor y te vas a seguir con tu trabajo de cada día, de vender apartamentos y casas que se sostienen de la vergüenza de los pobres diablos que no han querido elegir, por sentirse normales, por no parecer inferiores, por no sentir los ojos y dedos acusadores clavados en la nuca.
Todos nos adaptamos a la mediocridad del mediocre, para sentirnos inmersos en algo, para alegar la soledad a la que tanto tememos, cuando primero de todo deberíamos aprender a vivir solos, a aceptar nuestra condición de moldes imperfectos, egoístas, hipócritas y mortales, cuando por fin consigamos mirarnos a la caras sin fijarnos en el grano que sobresale, cuando olvidemos que una vez estuvimos enfermos de prejuicios e ignorancia, entonces tal vez es cuando deberíamos decidir dar otro paso más ,sacar las llaves y abrir todas las puertas cerradas. 

Etruska

lunes, 13 de agosto de 2012

Blanca nieves y los siete pecados capitales.




-Pero... prométeme algo.
-Lo que quieras.
-Cuando me veas, no te asustes ¿vale?
-Sólo si eres igual de guapa que en la foto.
Y la verdad es que asustado no estaba, estaba con un flan de Royal, que temblaba por todos lados, hasta las pestañas me temblaban, y hacía frío sí, pero coño tampoco tanto. "¿Y si se me asusta ella, qué pasa?" Pues nada tío, que tampoco sería la primera. Sí, pero es que esta me gusta de verdad, que por gustarme me gusta hasta su nombre, y hasta cuando me cierra la ventana y me deja con la palabra en la boca para no seguir discutiendo conmigo y...
"Hola soy yo, Blanca - dos besos - conozco una cafetería de por aquí cerca... uff que frío ¿no?"- El nombre le hacía justicia, porque más blanca no se podía ser, incluso en una ciudad como esa, era tan blanca que a su lado la caspa de mi abrigo parecía azúcar moreno, y sus labios eran así, como del color que tienen las ciruelas maduras, vamos que no podía evitar imaginar como la parte que más quiero de mí desaparecía en ese color. Sus manos... sus manos me parecieron las manos más hermosas que había visto, así, como de tocar el piano, y tampoco pude evitar imaginarlas tocando "do re mi fa sol ¡ohh!" sobre mi cuerpo. Y la peca que tenía dibujada en su rostro, la misma que cuando reía se escondía en el pliegue de las arrugas de la felicidad, que me daban ganas de borrarla a besos. Por no hablar de sus ojos, que ojos más tristes y apagados no había visto en mi vida, y pensé que sería la hostia despertarse cada mañana y ver esas dos luces de barco en cada uno de sus mares.Y en la cabeza tenía como cuatro primaveras juntas, con todas sus florecillas en ese pañuelo de nailon. Lo del pelo creo que no lo llevaba muy bien. Resultó ser más guapa que en la foto. Aunque en la foto tuviera una melena de color miel, y los siete pecados capitales grabados en la mirada. Al ritmo de conversaciones, con la radio de fondo y tres o cuatro cafés nos cerraron en local, y el frío nos persiguió de nuevo por las calles desiertas hasta parar en el portal de su casa.
 -Mira que eres tonto, que no robarme un beso...
-¿Eso quieres?
-Sí, pero aquí al filito de los labios, que más arriba me duele.
Y después del beso en el filo de sus labios, le planté otro más abajo, en el hoyito de su barbilla, y luego otro, en la curva de su oreja, y un poco más abajo otro, donde sólo le quedaba un pecho, y subimos a su casa y seguí bajando hasta donde Blanca dejaba de ser blanca y el monte de Venus se convertía en río.

Etruska


viernes, 10 de agosto de 2012

Complejos suicidas.



Ella sólo quería que alguien escribiera dos letras en su espalda desnuda, con la pluma de un dedo índice y con la tinta de la humedad de su entrepierna.
Sólo quería que unas manos expertas en desabrochar sujetadores le robaran el suyo, y repasaran con ternura y la lengua los lunares que escondía debajo.
No quería ni héroes ni príncipes azules, sólo un hombre vulgar que fuera capaz de decorarle un mundo a su agrado.
No quería poetas que la describieran en mil versos, quería que la quisieran tanto, que no fueran capaces de describirla ni con todas las palabras del mundo.
De pequeña quiso ser princesa y veterinaria, y cuando creció quiso aprender a creer en las mentiras de los hombres antes de un orgasmo.
Tampoco deseó ni músicos ni trovadores, prefería los tipos con la nariz grande que le tocaran el violín en sus labios escondidos...
Quería inventar un licor que matara todas las penas de golpe y que no provocara resacas.
Que lo espejos le mintieran y que el vecino del quinto no estuviera tan calvo, ni tan casado.
Ella sólo quería que alguien le follara el alma y se suicidaran todos sus complejos.

Etruska.