Hay días que parecen hechos para echar
de menos, o para recordar, aunque a menudo signifique lo mismo.
Llevo meses sin pasar por aquí, sin
que el blog pasé por mi cabeza o por mi estado de animo. Mi blog y
yo tenemos un relación muy concreta, vuelvo a él cuando el resto
del mundo no me interesa para nada, y él siempre me acoge y me da la
bienvenida, no me guarda rencor, ni se enfada por mis desplantes, me
lo pone fácil. Eso no me pasa con el resto de relaciones que
mantengo, claro que yo tampoco se lo pongo fácil a mis relaciones,
así que supongo que no me puedo quejar.
Mi blog está bastante acostumbrado a
que venga aquí a vomitar mis mierdas, aunque sean imaginarias y no
tengan mucho que ver con mi vida son mías al fin y al cabo, puesto
que me las imagino yo. También está acostumbrado o resignado (¿cúal
es la diferencia?) a que venga a hablarle de ti, yo creo que tú
sabes quién eres cuando hablo de ti, pero como no quiero arriesgar
más de la cuenta, no diré tu nombre. No es cobardía, es realidad,
es asumir que tu nombre se ha convertido en una palabra inútil de mi
vocabulario, ya no me sirve para nada, ahora que sólo estás
presente en mi vida cuando te echo de menos. He aprendido a vivir con
muchas cosas, y está no será a excepción. Aunque eso no significa
que no me joda, porque me jode, pero ya de lejos. Como el horizonte
cuando miró por mi ventana un día de lluvia, que lo ves, está ahí,
todavía se percibe, pero desdibujado, sin una forma definida, sólo
sabes que está ahí porque debe estar ahí, y porque mucho tiene que
cambiar el mundo para que deje de estarlo. Eso me pasa a mí, mucho
tiene que cambiar mi mundo para dejes de estar en mi cabeza, aunque
tu recuerdo sea como un boceto a medio dibujar, o como un dibujo que
ha permanecido mucho tiempo bajo agua en un barco hundido y que
alguien ha decidido reflotar como al jodido Titanic. Debo tener algún
mecanismo parecido en mi memoria, porque cuando pienso que estás
hundido, de repente, resurges. Y el paisaje de mi vida, que era
precioso, de un mar aceitoso y en calma, y atardeceres cálidos, de
repente se vuelve gris, y el mar se agita, se enturbia y de repente
como escupido por un mar burbujeante y oscuro, sales tú a flote. Y
no sé exactamente en que hemisferio o coordenada de mi cerebro
permaneces, no hay brújula ni mapas para saberlo, pero se que cambias
algo en mí, y el paisaje ya no es el mismo.
Puto inconsciente, que asco me das.
Pues eso, que si me lees, algún día.
Gracias. Ha sido un placer. Un placer de los buenos. Hasta nunca. Que
en ese este caso es hasta siempre. Te echo de menos.
Cabrón.
"El hambre, una vez dijo un poeta, es la cosa más importante que conocemos, la primera lección que aprendemos. Pero el hambre puede calmarse fácilmente, saciarse fácilmente. Hay otra fuerza, un tipo distinto de hambre, una sed que nunca se sacia y que no puede extinguirse. Su propia existencia es lo que nos define, lo que nos hace humanos. Esa fuerza es el amor.
ResponderEliminarVerás, el amor, es la única fuerza que no puede ser explicada. No puede descomponerse en un proceso químico. Es la luz que nos trae de vuelta a casa cuando no hay nadie allí, y la luz que ilumina nuestra pérdida.
Su ausencia nos roba todo el placer de nuestra capacidad de disfrutar, hace nuestras noches más oscuras y nuestros días más sombrios.
Pero cuando encontramos el amor, no importa lo mal, triste y terrible, nos aferramos a ello. Nos da nuestra fuerza, nos mantiene erguidos, se alimenta de nosotros y nosotros de él.
El amor es nuestra gracia. El amor es nuestra perdición.
-The Strain, Guillermo del Toro"
(Se te extraña por Flickr también. Ojalá vuelvas algún día de nuevo)