lunes, 31 de diciembre de 2012

Noches


Las noches parece ser el momento más propicio para consumar arrebatos en rincones oscuros. O iniciar el protocolo de las promesas que acabaran rompiéndose por el camino. Se posponen el sueño y los sueños, para vivir un poco más y más deprisa, porque de noche también se vive, pero distinto. La oscuridad asegura y fortifica nuestras máscaras, y todos detrás de ellas nos sentimos más valientes y corremos sin intuir los tropiezos y las caídas. Y es que al final te tropiezas y te caes, ya sea por los tacones, por las copas o porque por la noche vemos peor, como si miráramos a través de unas gafas con cristales casi opacos y distorsionados. Pero no tiene que ver con nuestra ceguera habitual y nuestra mirada corta, se trata de otra realidad, que toma la revancha durante unas horas y se hace un camino ella sola, sin preguntar ni obedecer, sin ni siquiera insinuarse y como no ves y tampoco intuyes, no te la esperas, y ella, caradura, indiferente y prepotente, no se detiene, te atropella, te da una bofetada fuerte y ruidosa de esas que hacen que todo parezca más nítido, aunque te piten los oídos, y no haya sol, tan sólo focos. Hace que todo sea cristalino, porque la hostia ha sido tan grande, que la gafas han salido volando y ya no hay ningún filtro opaco que nos impida ver los crueles y egoístas que somos. Y los hartos que estamos, tanto de noche como de día.

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