Hace tiempo que no me desollo viva.
Ahora paso la yema de los dedos por
las cicatrices de tiempos pasados, y me parecen de otra vida. Ya casi
no recuerdo como me las hice.
No sé exactamente desde cuándo, no sé
qué día ni en qué momento sucedió que empezó a cambiar todo, y
es que ahora cuando me miro al espejo, me devuelve una imagen de
alguien dura y envolvente, lejana y cercana... y desconocida. Y
pienso, si la tristeza tuviera un rostro, sería muy parecido a este.
Porque aunque ya no voy dejando pedazos de mi piel por las esquinas,
aunque ya no sangro, ni me arranco el corazón a cachos, la tristeza
se ha ido instalando sutilmente en mí, compartimos el mismo
recipiente, somos el mismo concepto, como dos atomos que se han
juntado para formar un sólo elemento. Y si no te lo crees tan sólo
tienes que mirarme a los ojos.
Etruska.
Tu mirada dice mucho más que tristeza, habla de alguien decidida a levantarse, de alguien a quien los golpes no terminan de arrancar de su destino, sea éste el que sea...
ResponderEliminarMe alegra poder mirarte para comprender...y ahora comprendo.