Yo no soy de esas personas que
consultan sus dudas con la almohada, de hecho a mí es que mi
almohada no me habla, si aprieto mucho la cara contra ella puedo
escuchar mi propio corazón, pero él, se sabe, nunca ha sido buen
consejero.
Ni tampoco soy de las personas
indecisas que consumen media vida en tomar decisiones. Lo tengo todo
bastante claro, ¿coca-cola o pepsi? Coca-cola, ¿carne o pescado?
Carne, ¿frío o calor? Frío ¿arriba o abajo? Hay momentos para
todo.
No pasa nada si te equivocas en una
decisión fácil, es posible que un día entres en una pizzería y
cuando estén a punto de servirte tu cuatro estaciones con doble de
queso, pienses “mierda, ahora mataría por comerme una hamburguesa
de tres pisos” pero no pasa nada, porque seguramente también
disfrutes de tu cuatro estaciones con doble de queso.
¿Las decisiones importantes? Bueno,
supongo que todo el mundo tiene claro ese tipo de cosas ¿no? La
gente sabe si quiere tener hijos o no, si quiere vivir en el campo o
en pleno Central Park, si aman a sus parejas o se aguantan por
costumbre. Lo único que les convierte en seres indecisos y
temerosos, es la idea de renunciar a todo lo demás una vez han
elegido.
Etruska