Nos sentábamos en una escaleras oscuras
y empinadas con un paquete de pipas y seis latas de cerveza. Él que
era muy él, y yo que era muy yo, no necesitábamos más, aunque nos
faltara tanto, aunque nos faltara de todo. El mundo entonces era
distinto, era como si se concentrara en aquellas escaleras estrechas
sin barandilla, en la siluetas de las personas que veíamos pasar a
contraluz por la acera, en sus ojos color ámbar y en los rizos tan
feos que se le hacían a la altura de la nuca. Era un mundo que nos
acogía con unas manos tan pequeñas que sabíamos que en cualquier
momento nos caeríamos por los lados, pero era nuestro, era único, y
nos gustaba.
Él, que era muy él, sabía como
enamorarse de mí tres veces al día Y yo, que era muy yo, sabía
darle darle motivos para que se enamorara. No sé cómo pero siempre
hablábamos de las cosas que nadie sabía decir, y ese era el único
motivo por el que yo le quería, eso, y porque sabía despeinarme
como nadie nunca me habían despeinado, con un zarpazo directo a la
extrañas, sus manos pegadas a mis muslos, y sus dientes clavados en
mi cuello.
Estábamos solos, en un mundo donde
todos rezaban e iba al cine los domingos en pareja a tragarse
películas que no se parecían a sus vidas y algunas algo más que
películas. Estábamos solos pero teníamos sueños, un paquete de
pipas, seis latas de cerveza y muchas ganas de follar.
E_truska.
...y por todo eso se hace imposible de olvidar...
ResponderEliminarMe gusta verte..
Al titularse capítulo uno esperé la continuación sin darme cuenta que hay historias intensas que no tienen continuidad o es tan triste que muda en otra completamente distinta... http://fragmentsdevida.wordpress.com/2014/08/12/amores-cotidianos-127-muchas-ganas-de-follar/
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