martes, 9 de octubre de 2012

Guardapalabras.





A veces pienso en ti y sólo con esa acción, tan fácil, tan necesaria y tan natural si se quiere, se me ocurren miles de pretextos para comenzar a escribir. Sí, pre-textos es la palabra adecuada, justo lo anterior a un texto: las ideas, los pensamientos, los deseos, las intuiciones, las certezas... la vida en definitiva. A veces pienso en ti y sé que si me pusiera a escribir no pararía hasta ocupar el espacio de muchísimas líneas, pero no lo hago, me lo guardo, lo encierro, lo archivo y lo ordeno en cajones de un armario imaginario que me he ido fabricado poco a poco a base de experiencias, las vividas y las que no, las que se han quedado por el camino, las que les ha faltado impulso para seguir, las que ni siquiera han cobrado una forma concreta y no sabría dónde clasificar. Podría abrir un cajón y ver todas mis palabras allí, en el fondo, agazapadas, reprochándome todo lo que no he sido capaz de decirte ni explicarte pero tengo al filo de los labios siempre, podría salvarlas de ese espacio privado y escribirlas, aunque sólo sea para mí, pero me da cierto reparo pensar que puedas reconocerte en ellas y empezar a convertir en evidencias todo lo que antes se mostraba de forma abstracta e indefinida, en dejar de lado todos los interrogantes que he ido colocando cuidadosamente por el camino, en que empieces a tejer la historia que cuentan esos hilos inconexos, me da miedo que al abrir ese pequeño compartimento que te tengo reservado se disparen todos eso enigmas elaborados con meticulosa precisión y maestría, y me da miedo porque casi nadie paga por ver una película dónde el final se puede adivinar en el trailer.


Etruska 

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